jueves, 30 de julio de 2009

Fue la Luna

Son tantos los libros que se han escrito sobre la cerveza que pretender decir algo nuevo aquí es harto difícil pero... que más da, por intentarlo que no quede.
Hace unos días en una conversación entre amigos, de esas tertulias en las que lo importante no es el tema en sí mismo si no hablar, pues todo suele ser olvidado con rapidez, contar algo que mantenga la atención durante algunos minutos y que la fiesta no decaiga en silencios y aburrimiento suele ser lo más apropiado; bueno, pues mira por donde se me ocurrió contar como había influido algo, alguna cosa, que no identificaba en principio (pues era muy misterioso) que había cambiado el resultado final de la calidad de nuestra cerveza. Ni que decir tiene que toda la formulación había sido realizada correctamente. Todas las fichas del proceso las repase una y otra vez y todo era correcto, proporciones, tiempos, temperaturas, PH, densidad, productos, todo. Pero algo había cambiado a mejor en la fermentación del último back de cerveza que hace unos días había hecho y desvelar ese misterio ni que decir tiene que eso era muy importante para mí.
Después de varios días de pensar sobre lo sucedido y ya llegando a la conclusión de que en algún momento se nos había colado un error estaba por dejar el tema en paz y esperar que en lo sucesivo nos pasase siempre así pues la calidad era apreciablemente mejor; cuando, por otros menesteres me puse a ver en un calendario que día de la semana caía una fecha y por pura casualidad me fije en las fases de la luna, no se por que me vino a la cabeza un recuerdo de mi abuelo y sus ajos, él plantaba sus ajos, decía que los suyos eran los mejores claro, y también decía “sempre ya que plantarlos en cuart menguant, sempre en cuart menguant, fill” (siempre hay que plantarlos en cuarto menguante, siempre en cuarto menguante, hijo) y a que no sabéis en que fase de la luna se hizo ese tan buen back. En cuarto menguante... ¡coño! dije yo, y, ahí todo el mundo opinó.